En menos
de cuatro meses después de haber empezado en la escuela infantil nos citaron
para una reunión con la psicopedagoga, no nos podíamos creer la rapidez con la
que iba todo, nos imaginábamos que habrían detectado su problema con el
lenguaje, y que nos dirían como estaban trabajando en allí y como podíamos
trabajar en casa.
Pero
al llegar, las profesoras me preguntaron si había ido sola, que si Andrés no
iba a venir, ahí supe que las noticias no iban a ser buenas, cuando las cosas
van bien no les preocupa que vayas sola.
Con
mucho tacto y cariño la psicopedagoga me fue comentando lo que había observado
en Jimena, muchas cosas ya las habíamos notado en casa, la falta de lenguaje
oral, la dificultad de conseguir contacto visual con ella, poco interés en el
entorno, juego individual sin dejar que otros niños o las profesoras
interfirieran… pero también nos comentó otras cosas que hasta ese momento no
habíamos visto, ya que jugar en casa no es lo mismo que en la escuela;
movimientos repetitivos y estereotipados, allí no se valía de otras herramientas
como era señalar o llevar al adulto al lugar donde estuviese lo que quería…
Y
entonces me dijo que su opinión era que Jimena tenía TEA, trastorno del
espectro autista; en ese momento rompí a llorar, de rabia, de impotencia, de
frustración por no haberme dado cuenta antes. En ese momento fue un mazazo,
algo se rompió por dentro, ese dolor del que hablábamos hace unos días cuando
te dicen que tu avión ha llegado a otro destino. Aunque siempre le he
agradecido su claridad y sinceridad al hablar conmigo, porque después, nos
costó meses volver a escuchar ese diagnóstico de boca de otro profesional, y no
porque no nos moviésemos o lo buscásemos, sino porque parece que tienen miedo a
decirlo y lo enmascaran en palabras menos traumáticas que AUTISMO, Trastorno
Generalizado del Desarrollo (TGD), retraso madurativo… Y he de confesar que hay
algo mucho más duro que saber que tu hijo tiene un problema, y es saber que
tiene un problema y que nadie sepa o se moje en decirte que es lo que tiene y
que hay que hacer a continuación.
Y después,
me dio una gran lección que ha marcado nuestro trabajo desde entonces, me dijo, hay tantos
tipos de trastornos de espectro autista como niños que lo tienen. Cada niño lo
manifiesta de una manera, cada niño tiene unos rasgos diferentes de ese
espectro, y cada niño según sus capacidades y el trabajo que se haga con él
puede alcanzar un desarrollo completamente distinto. Así que vamos a olvidar la
palabra autismo, y vamos a centrarnos en Jimena.
Y
eso es lo que llevamos haciendo desde entonces, centrar todo nuestro esfuerzo y
trabajo en ella y en que alcance el mayor desarrollo posible.
En
esa conversación, la psicopedagoga fue muy positiva, en ese momento yo no sabía
si estaba diciendo la verdad, si me estaba animando, si ni siquiera tenía idea
de lo que decía… pero según su observación de Jimena en esos meses y su
experiencia previa con otros niños, en principio veía a Jimena en un punto muy
bueno, con buenas posibilidades de desarrollo y en la que encauzando bien el
camino y trabajando duro podríamos sacar mucho de ella. Nos informó que el
siguiente paso era ir a la pediatra, comentarle su opinión y conseguir una cita
en el IASS (Instituto Aragonés de Servicios Sociales) para que valorasen a
Jimena y la incluyesen en el programa de atención temprana para empezar a
trabajar con ella lo antes posible.
Tengo
que confesar, que al salir de la reunión y meterme en el coche lloré y chillé,
lloré por los sueños que se acababan de romper y chillé de rabia por todas las
ideas y expectativas que en ese momento quedaban en suspenso. Lloré por mi
hija, por todo lo que pensé que iba a perderse y chillé de rabia por todos los
obstáculos que se iba a encontrar en la vida. Lloré por ella, porque si ya es difícil
encajar siendo “normal” cuantas más dificultades no iba a encontrar ella y
chillé de rabia, porque aunque se alardea mucho de integración e inclusión
todos sabemos que todavía es una utopía muy bonita, pero que en la vida real
los “diferentes”, los que tienen un problema, los que no encajan en la media se
quedan fuera.
Todavía
me quedaba una prueba muy difícil, contarle todo esto a Andrés; él estaba en el
trabajo, pero pendiente del teléfono porque sabía que iba a la reunión, así que
era imposible esperar a que llegase a casa a mediodía, le llamé intentando
contener las lágrimas, pero antes de terminar de decirle hola ya estaba
llorando otra vez, así que vino a casa lo más rápido que pudo. Yo no lloro
nunca, vale, si, lloro con las películas y los libros que me gustan, pero creo
que nunca había llorado de pena o de rabia por un problema, normalmente
reacciono con energía y mala leche, así que creo que eso le hizo ponerse más
nervioso y pensar que había un problema grave.
Recuerdo
que cuando llegó a casa nos abrazamos y me preguntó que le pasaba a Jimena, y
que le dije que Jimena estaba bien, que no le pasaba nada, pero que era muy
posible que tuviese un trastorno de espectro autista, que era algo que iba a
estar siempre ahí, que habría que trabajar mucho y quererla muchísimo más. Pero
que era nuestra niña, y que ahí íbamos a estar los dos para todo lo que hiciese
falta. Muchos matrimonios se han roto después de saber que un hijo tiene una
discapacidad, es una situación difícil de superar si no hay apoyo y confianza,
pero nosotros nos abrazamos y lloramos juntos por nuestra niña y entonces supe
que juntos podríamos con todo.
Después
de estar así unos minutos, no recuerdo cuantos, Andrés me miró a la cara, se
limpió las lágrimas, me las limpió a mí, y mirándome a los ojos me preguntó: “bueno,
¿entonces ahora que hay que hacer?”
Hay
una frase que utiliza Rafa Suñer en su libro guía de supervivencia para padres
especiales que me encanta, y que quiero compartir con vosotros, espero que no
le importe: “¿Sabes cuál es la diferencia entre las personas ordinarias y las
extraordinarias? El EXTRA, las personas extraordinarias son personas ordinarias
que siempre están dispuestas a hacer un esfuerzo EXTRA.
Y
eso íbamos a hacer nosotros, todos los esfuerzos EXTRA que fuesen necesarios
por Jimena.
Porque todos los esfuerzos merecen la pena.
uf.....un nudo en la garganta me has puesto........
ResponderEliminarUno de los momentos más duros de vuestra vida sin duda. Pero como tu dices el momento de llorar ha pasado y ahora hay que trabajar y queremos ayudaros en lo que podamos, si es dando ánimos os damos todos los del mundo. Adelante!
ResponderEliminarLos sueños nunca se rompen, se transforman en otros nuevos, en ilusiones pasajeras que convierten el viaje en algo único. Día a día se sueña con nuevos tiempos y los ojos llorosos se convierten en faros que iluminan la oscuridad. Ánimo porque lo imporatnte del viaje es continuarlo
ResponderEliminarGracias por compartir con nosotros tus palabras, tus sentimientos, tu trabajo, tu dolor, tus alegrías, tu amor.
ResponderEliminarAlguien que te quiere y que adora a Jimena